El tiempo es el marido de la muerte
y canta su epopeya bajo tierra,
se viste con maldad que sólo en guerra
se entiende, pues el odio la pervierte.
Maldad por esfumarse e incierta suerte,
el tiempo es un gorrión que sólo encierra
un nido de pasado, mientras erra
por un futuro que golpea fuerte.
Así la muerte esposa guarda luto
por ese tiempo que luchó en espejo
y al verlo recogiendo algún minuto
desprende de sus labios un bermejo
suspiro que, rindiéndole tributo,
alimenta el mirar y su reflejo.
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