En la penumbra se halla sumergida,
ahogada en la profundidad del miedo,
no tiene para sí ni un solo credo
que pueda darle un hálito de vida.
El llanto descarnado es su guarida,
en él, y sólo en él, observa el ruedo
sinfín donde su ser estando quedo
procura no mutar y el cuerpo envida.
Sólo oquedad dormita en su mirada,
sus labios son dos témpanos sin bríos
en colisión sin freno con la nada.
Sus ojos lacerados, sus estíos,
su piel hecha jirones, su alborada,
sus llantos, ¡oh!, sus llantos hacen ríos.
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Está hermoso, me ha encantado
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