LEUCEMIA





Hay una ola que avanza con el dolor más fiero, más fiero que los ojos puedan concebir. Una ola que se enreda en las avenidas de la sangre y late en muerte, late en negras raíces muertas que profundizan hasta alcanzar el corazón del alma y quebrarla en un solo vagido.
Son enredaderas que, en el verde de sus lamentos, cargan un dolor que se hace mil. Martillan los labios y el mirar cincelan sin tregua... ¡No hay luz!, no hay luz en ese túnel con eternos recodos. ¡No hay paz!, no hay paz para ese sol que tiene hielo entre sus manos y tatuado en las orillas de sus labios la despedida.
Un adiós se forja con el cuerpo tendido sobre las ilusiones que no verán el nacimiento del ocaso, ni menos el dulce concebir de éste. El horizonte no sonríe y las olas, estáticas, anuncian con un céfiro de cadenas lacerantes la llamada del vacío.

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