La niña, ya mujer, de rotas alas,
hoy vuela en sufrimientos maniqueos,
tormentos que han sentido el paso en vida
de las contadas luces de sus sueños.
La niña, en sus luceros tan profundos,
no tiene espacio alguno para el duelo,
que, en negro palpitar, silencios hace,
dejando al brillo del color del cieno.
¿Dónde ha quedado aquella suave niña?
¿dónde?¿dónde estará si no más lejos
de la felicidad escrita antaño?
¿Dónde querrá anidar si corta el leño,
el leño del futuro y del vivir?
¡Oh, niña! estás viviendo en día muerto
y sientes que es hogar de la desdicha,
y sientes que es hogar de la desdicha,
de la desolación y de los miedos;
esto sólo te encierra en una cárcel
oscura en los dolores, y el señuelo,
oscura en los dolores, y el señuelo,
tu corazón, arrítmico palpita
al tus luceros ver en aguaceros.
NARRACIÓN POÉTICA
La niña, ahora mujer, ha sido despojada de su inocencia de la manera más cruel. Es un caso más de violación que se esconde por miedo, por temor a ser señalada, a pesar que su único delito fue estar en el lugar y hora equivocada ante un depravado sexual. Ella ha perdido todo brillo en su mirar y sólo cuervos brotan de sus ojos que desean cegarla para no recordar la huida de su inocencia. La niña ha muerto... ha muerto por dentro.
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