Muero de ti, de mí y de los pasos
que he dado en la calzada del dolor,
¡quédate y vete! no concentro amor
en este paraíso sin ocasos.
Soy un pozo de lúgubres y escasos
recuerdos que se arropan con temor
con una manta añil donde al menor
roce me vuelvo un fardo de fracasos.
Quiero seguir, pero a mis labios vuelve
la llama de tu piel que arde en deseo
y es mi corazón quien no resuelve
dejar de palpitar cuando te veo
en una eterna noche que se envuelve
en este ínfimo y dulce devaneo.
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