RIMA XXIII




Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
distingo mis prados, desiertos y risas
como distingo al sol en el ocaso,
como distingo tormenta, céfiro, brisa.
Es en esos pies desnudos
que rescato el cielo de retórica:
¿Dónde queda el amor
que ya no cabe en el pecho?
¿Dónde nacen los ríos
de los silenciosos besos?

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