Soy el amor que Verlaine no versó
al abrasar con plomo a Rimbaud
entre sus dedos de fuego.
Soy el alcohol que penetra
los poros y las pupilas de Baudelaire
en el fulgor de la noche rutilante.
Soy el tunante
de los versos ignotos
y me detengo,
entre la tinta en desvelo,
entre el atril del cielo
y la profundidad del paraíso universo.
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